Por José Antonio Sánchez
Las campañas se terminan, las pancartas se bajan, los jingles se apagan y las promesas empiezan a pesar. Ecuador se encamina hacia un nuevo ciclo político con una realidad que no da tregua: la violencia, la falta de empleo, la desconfianza institucional y el aislamiento internacional son apenas la punta del iceberg de los desafíos que deberá enfrentar el nuevo presidente o presidenta que asumirá en mayo.
Más allá de los discursos triunfalistas o las derrotas maquilladas, lo que viene ahora es más complejo: gobernar un país atravesado por una crisis multidimensional que ha tocado todos los frentes. No se trata de una “tarea difícil”, se trata de una misión titánica.
Seguridad: la prioridad que no espera
La violencia criminal ha dejado de ser un fenómeno aislado. Las calles, las cárceles y las fronteras están marcadas por el poder del crimen organizado, mientras que la ciudadanía vive con miedo cotidiano. Recuperar el control del territorio nacional no solo exige operativos y militares en las calles, sino también inteligencia, cooperación internacional y una estrategia de mediano y largo plazo para desarticular las redes criminales desde sus raíces económicas y políticas.
Cárceles tomadas, Estado ausente
Las cárceles ecuatorianas son hoy zonas liberadas para las bandas. La rehabilitación ha sido sustituida por la reproducción del delito. Sin una reforma estructural del sistema penitenciario, ningún plan de seguridad será sostenible.
Juventud sin oportunidades
En un país donde el desempleo juvenil y el subempleo alcanzan cifras preocupantes, pensar en un futuro sin violencia también implica crear oportunidades reales para quienes hoy sienten que no tienen futuro. La reforma laboral debe dejar de ser un tema ideológico y convertirse en una herramienta de inclusión productiva.
Educación en crisis silenciosa
El deterioro del sistema educativo no hace ruido como las bombas o los sicariatos, pero es igual de letal a largo plazo. Mejorar la infraestructura, capacitar a los docentes y cerrar la brecha tecnológica son tareas urgentes si queremos romper el ciclo de pobreza y exclusión.
El peso de la deuda y el riesgo país
Con vencimientos de deuda importantes a partir de 2025 y un riesgo país que espanta a los inversionistas, Ecuador necesita urgentemente una estrategia clara para recuperar credibilidad fiscal sin recortar inversión social. No hay margen para la improvisación.
¿Y el ITT?
El cierre del bloque petrolero ITT (Yasuní), aprobado en consulta popular, es un mensaje claro: la ciudadanía exige un modelo de desarrollo más sostenible. Pero también plantea un reto fiscal gigantesco. ¿Cómo compensar la pérdida de esos ingresos? Bonos verdes, cooperación internacional, ecoturismo, bioeconomía… hay caminos, pero necesitan voluntad, gestión y visión.
Relaciones exteriores: tiempo de recomponer
El conflicto con México, que derivó en un quiebre diplomático histórico, mostró que la política exterior ecuatoriana necesita brújula. Reconstruir relaciones internacionales, retomar el diálogo multilateral y proyectar una imagen de respeto al derecho internacional son urgencias que no admiten dilación.
Diversificar o morir
Dependientes de pocas materias primas, el país debe mirar hacia nuevos mercados, impulsar con decisión los productos bandera como el cacao, el camarón, el café, las flores, pero también generar valor agregado, fomentar la marca país y abrir nuevos tratados comerciales que no hipotequen nuestra soberanía.
Energía: más allá de los apagones
La crisis energética no se resuelve solo con importar electricidad o rezar por la lluvia. El nuevo gobierno deberá enfrentar el atraso en inversiones, diversificar fuentes, apostar por renovables y planificar pensando en el cambio climático.
La corrupción estructural
Ningún desafío podrá enfrentarse con éxito si la corrupción sigue drenando recursos y socavando la confianza ciudadana. Urge blindar la contratación pública, depurar el sistema judicial y sancionar con contundencia a los corruptos.
Gobernabilidad sin mayorías
El nuevo gobierno llegará sin mayorías legislativas. El arte de gobernar requerirá diálogo, acuerdos y, sobre todo, coherencia. Gobernar no es solo administrar: es liderar.
