La fuerza de los discursos en la era del TikTok y la IA

En plena recta final de la segunda vuelta electoral en Ecuador, los discursos políticos se convierten en el arma definitiva de los candidatos para captar votos indecisos. Pero, ¿siguen teniendo la misma fuerza que antes o han sido desplazados por la inmediatez de las redes sociales y la inteligencia artificial?

La oratoria como herramienta de poder

Desde la antigüedad, el discurso ha sido el pilar de la política. Líderes como Pericles en Grecia, Abraham Lincoln en Estados Unidos o Eloy Alfaro en Ecuador entendieron que la palabra, cuando es bien empleada, tiene el poder de movilizar masas, inspirar cambios y definir el rumbo de las naciones. Un discurso potente no es solo un acto de elocuencia, sino una demostración de preparación, lectura y capacidad de transmitir ideas con pasión y convicción.

Sin embargo, en tiempos donde la viralización de contenido manda, la pregunta es inevitable: ¿se ha diluido la profundidad del discurso político en la fugacidad de los bailes de TikTok y las frases de impacto para Instagram?

Entre la demagogia y la autenticidad

Uno de los mayores retos del elector es distinguir entre el discurso auténtico y la demagogia. Mientras que el primero parte de principios sólidos y plantea soluciones realizables, el segundo apela a la emoción sin sustento real. En Ecuador, es común ver candidatos que prometen cambios radicales en tiempo récord, soluciones mágicas a problemas estructurales y una retórica donde el adversario siempre es el culpable.

El votante debe preguntarse: ¿el candidato fundamenta sus propuestas con datos y ejemplos concretos? ¿Tiene un historial de coherencia entre lo que dice y lo que ha hecho? ¿Su discurso cambia según el auditorio o mantiene una línea argumentativa firme? Estas preguntas son claves para desenmascarar la demagogia.

¿Siguen vigentes los grandes oradores?

En un mundo saturado de información y donde la atención del público dura segundos, la habilidad de hablar con profundidad y carisma se ha vuelto una rareza. Líderes como Velasco Ibarra, Jaime Roldos, Rafael Correa o Jaime Nebot marcaron épocas con discursos estudiados y bien estructurados, pero hoy pocos políticos apuestan por la oratoria clásica. En su lugar, muchos recurren a asesores de imagen que les dictan frases hechas y estrategias de redes diseñadas para generar engagement, no reflexión.

Aquí es donde la inteligencia artificial entra en juego. Actualmente, con herramientas de IA, es posible redactar discursos pulidos y adaptados a distintas audiencias sin que el candidato siquiera intervenga en su creación. Pero esta automatización también le quita el componente humano, la espontaneidad y la conexión emocional que hace que un discurso realmente marque a una sociedad.

¿Qué podemos esperar en esta campaña?

La segunda vuelta electoral en Ecuador pondrá a prueba si el discurso sigue siendo la gran herramienta de persuasión o si el marketing digital ha terminado de sepultarlo. Lo cierto es que, aunque las formas han cambiado, el fondo sigue siendo el mismo: convencer a la gente de que determinado candidato es la mejor opción para gobernar. Y en ese juego, la fuerza de las palabras sigue teniendo un peso enorme.

El reto para el votante es no dejarse llevar solo por lo más vistoso o lo más compartido en redes. Escuchar con atención, cuestionar, comparar y analizar el fondo de cada propuesta es clave para tomar una decisión informada. Porque, al final del día, más allá de TikTok y los algoritmos, son las palabras las que siguen moviendo el destino de un país. Hoy Leonidas Iza (que ya no está en la contienda) quizas haya pronunciado el discurso más organico y sentido de las elecciones, marcado por la urgencia de un país que pide a grito, que cese la polarización.

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