“No sé dónde está mi hijo”: el grito que nadie debería escuchar.

Eran las tres de la madrugada cuando doña Rosa (nombre ficticio) escuchó un estruendo en la puerta, de su casa. Varios hombres encapuchados entraron a su vivienda, arrancaron a su hijo de su cama y se lo llevaron sin dar explicaciones. Desde entonces, han pasado cinco años. Doña Rosa ha tocado cientos de puertas, ha enfrentado silencios y excusas, pero nadie le dice dónde está su hijo. Ni siquiera si sigue vivo.

Casos como el de doña Rosa no son excepciones; se repiten en todo el mundo. Se llaman desapariciones forzadas y, aunque suenen como algo de películas, son una realidad espeluznante para miles de familias.

Ecuador no es la excepción, según datos del Ministerio del Interior de Ecuador, entre enero y julio de 2024 se reportaron 4.073 denuncias de personas desaparecidas. De estas, 3.354 fueron localizadas, 207 fueron halladas sin vida y 512 permanecen desaparecidas.

¿Qué es una desaparición forzada?

Para entenderlo en términos simples: es cuando una persona es detenida o secuestrada por agentes del Estado o grupos que actúan bajo su protección, y luego nadie reconoce dónde está o qué le pasó. En otras palabras, es como si alguien fuera borrado del mapa y de los registros oficiales, dejando a sus seres queridos en un limbo aterrador.

Este crimen tiene un elemento particular que lo hace más cruel: el silencio. Las autoridades niegan cualquier responsabilidad, dejando a las familias atrapadas entre la esperanza y la desesperación.

¿Solo existen desapariciones forzadas?

No exactamente. Aunque las desapariciones forzadas son las más conocidas por su impacto, hay otras formas de desapariciones vinculadas a delitos graves:

  1. Secuestros comunes: Grupos criminales o personas individuales que privan de libertad a alguien para pedir rescates o ejercer control.
  2. Trata de personas: Muchas desapariciones están relacionadas con redes de tráfico que explotan sexual o laboralmente a las víctimas.
  3. Desapariciones en conflictos armados: En zonas de guerra, tanto grupos estatales como no estatales recurren a desapariciones para sembrar terror o eliminar opositores.
  4. Desapariciones en la migración: Miles de personas desaparecen intentando cruzar fronteras peligrosas o al caer en manos de traficantes.

¿Por qué es tan grave la desaparición forzada?

Más allá de ser una violación directa de los derechos humanos, este delito deja una marca imborrable en las familias y en la sociedad. Las víctimas muchas veces sufren torturas, y las familias viven años de incertidumbre que destruyen su salud emocional y mental.

Además, este delito es considerado de lesa humanidad. Esto significa que no prescribe y debe investigarse sin importar cuántos años hayan pasado.

¿Qué podemos hacer?

Primero, no quedarnos callados. Visibilizar estos casos y apoyar a las familias que buscan justicia es crucial. Segundo, exigir a los Estados cumplir con su deber de investigar y prevenir estas prácticas.

También podemos colaborar con organizaciones que trabajan para encontrar desaparecidos, porque cada búsqueda no solo es un acto de justicia, sino un grito de resistencia contra el olvido.

Una lucha de amor contra el silencio

La historia de doña Rosa no es única, pero tampoco está sola. Su lucha representa a miles de familias que no buscan venganza, sino respuestas. ¿Dónde están? ¿Qué pasó? Y, sobre todo, ¿por qué nadie los buscó antes?

Hablar de desapariciones no es fácil, pero es necesario. Porque solo manteniendo viva la memoria de quienes han sido arrebatados podemos construir un mundo donde nadie tenga que vivir con esa incertidumbre desgarradora.

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