Durante los años noventa, pocos personajes concentraron tanto poder y controversia en el Perú como Vladimiro Montesinos. Le decían el ‘Doc’. Fue mano derecha —e izquierda— de Alberto Fujimori y el cerebro detrás de un sistema que buscaba controlar todo desde las sombras.
Montesinos fue expulsado del Ejército por vender información clasificada, organizó escuadrones de la muerte, estableció vínculos con el narcotráfico y tejió una red de corrupción que tocó todos los estamentos del poder: políticos, jueces, empresarios, figuras del espectáculo y hasta medios de comunicación. Nada quedaba fuera de su alcance.
Desde su oficina en el Servicio Nacional de Inteligencia instaló cámaras y micrófonos ocultos. Todo aquel que entraba a su despacho quedaba grabado, y pronto sabría que esas cintas —en formato VHS— eran su seguro de vida.
Pero lo que parecía un sistema perfecto, terminó jugando en su contra. Hace 25 años, los famosos ‘Vladivideos’ salieron a la luz en televisión y provocaron un terremoto político. La gente salió a las calles, Montesinos huyó en un velero y Fujimori renunció a la presidencia por fax desde Japón. Ocho meses después, Montesinos fue capturado en Venezuela. Hoy cumple una condena de 25 años por liderar el Grupo Colina, un escuadrón paramilitar responsable de matanzas bajo el pretexto de combatir el terrorismo.
El tiempo ha pasado, y lo que parecía lejano ya tiene fecha: el 24 de junio de 2026, Montesinos saldrá en libertad, a los 81 años, desde el penal de la Base Naval del Callao. Y aunque su salida ya era un hecho, en las últimas semanas ha causado ruido la posibilidad de que regrese al ámbito político.
¿La razón? Su supuesta cercanía con un nuevo partido llamado Por amor al Perú, aún en proceso de inscripción. Sus dirigentes no ocultan su simpatía por el exasesor. “Tiene virtudes que demostró en la lucha contra el terrorismo”, dijo Raúl Mendiola, presidente del movimiento. “Puede sumar o restar votos, pero es un ciudadano con derecho a participar”, añadió el personero Willy Quintana.
Y como suele pasar, las opiniones en la calle están divididas. Algunos se indignan con solo imaginar que una figura tan cuestionada vuelva a tener protagonismo. Otros, pese a su historial, lo ven como un “mal necesario”, sobre todo en un contexto donde la inseguridad, la extorsión y el sicariato han ganado terreno. “Con tal que acabe con todos esos delincuentes, ¿por qué no?”, expresó una señora en un noticiero.
Pero ¿realmente podría postular? La respuesta es no. Al menos desde lo legal. Según el constitucionalista Luciano López, hay dos razones de peso: primero, Montesinos saldrá de prisión dos meses después de la primera vuelta electoral de 2026. Segundo, tiene una millonaria deuda con el Estado por reparación civil: más de 550 millones de soles. Y según la ley, quienes no han pagado esa reparación están impedidos de postular.
Lo curioso es que, más allá de su imposibilidad legal, el solo hecho de que tenga seguidores dispuestos a apoyarlo ha generado inquietud. El politólogo José Alejandro Godoy cree que hay un sector de la ciudadanía que busca soluciones inmediatas frente al caos, y ven en la “mano dura” una salida. “Algunos jóvenes han crecido con la idea de que él derrotó al terrorismo, cuando en realidad complicó la lucha con métodos cuestionables”, señala.
En octubre del año pasado apareció una cuenta de TikTok con su imagen: terno, gafas, calvicie disimulada y dedo alzado. La cuenta, que ya tiene unos 55 mil seguidores, ha sido validada por su abogada. Allí se difunden videos de sus audiencias, extractos de sus libros escritos en prisión y mensajes que buscan posicionarlo nuevamente en la escena pública.
Para Godoy, este coqueteo con Por amor al Perú podría no ser un intento real por llegar a la presidencia, sino una estrategia para posicionarse como asesor político. La gran duda es si el fujimorismo, particularmente Keiko, lo recibiría de vuelta. “Montesinos siempre fue una figura incómoda para ella. Ni siquiera en los peores momentos del fujimorismo alguien ha salido a reivindicarlo abiertamente”, concluye.
Por ahora, las redes sociales parecen ser el único terreno donde Montesinos intenta reconstruir su imagen. Y aunque su historia quedó marcada por corrupción, espionaje y violencia, su eventual regreso, así sea simbóliconos recuerda lo frágil que puede ser la memoria colectiva cuando se enfrenta al miedo, la inseguridad o la desesperación.